Sábado, 11/05/2013
Por Heleno Saña
Muy sra. mía:
Tanto por mi avanzada edad como por la vida recoleta que llevo en la
ciudad alemana donde resido, no es costumbre mía dirigir cartas
personales a los administradores y representantes de la res publica,
sea para elogiarles o criticarles. Y si excepcionalmente no me atengo a
esta norma habitual de conducta y le hago llegar las presentes líneas
se debe al carácter realmente insólito de las declaraciones que ha
hecho Vd. a mediados de este mes sobre la problemática de los llamados
"escraches".
Vd. ha calificado de "puro nazismo" las manifestaciones de protesta
de grupos de ciudadanos que indignados por la praxis inhumana y brutal
de los deshaucios y otras injusticias sociales, han organizado ante los
domicilios de determinados políticos y personajes púbicos. Con ello ha
cometido Vd. un doble despropósito: relativizar implícitamente los
crímenes cometidos por las hordas de la SA, la SS y la Gestapo y meter
en un mismo saco a quienes actuaban por motivos tan abyectos como el
racismo y a quienes salen a la calle impulsados por el noble propósito
de expresar su solidaridad con las víctimas de la grave injusticia
social reinante en el país. Expresarse en los términos de que Vd. se ha
valido significa ante todo un ultraje a los seis millones de judíos
asesinados en los campos de exterminio nacionalsocialistas y a los
miles y miles de antifascistas eliminados por Hitler y sus esbirros. En
el caso de que no lo haya hecho ya -cosa que no creo- me permito
sugerirle que peregrine Vd. a Auschwitz para que se haga in situ una
idea directa y óptica de lo que fue el infierno nazi y el suplicio del
holocausto. Allí aprendería Vd. a llorar por el dolor ajeno y a
avergonzarse quizá de haber trazado su siniestro paralelo entre los
verdugos nazis y las almas altruístas que salen en defensa de los
parias privados de pan y de cobijo.
En vista de su inconcebible actitud, no puedo dejar de preguntarle:
¿En qué escuelas y centros docentes se educó Vd.? ¿Qué aprendió Vd. en
las clases de historia a que seguramente asistió o de las lecturas de
los libros de historia que haya podido consultar? ¿Ha echado Vd.
siquiera una breve ojeada a la inmensa bibliografía existente sobre el
III Reich, tema que yo mismo sentí la necesidad de abordar hace ahora
muchos años en mi libro NOCHE SOBRE EUROPA y en no pocas de mis obras
en lengua alemana? En todo caso, una de las cosas que Vd por lo visto
no ha aprendido todavía es a ceñirse a la lógica de los hechos y al
fair play, dos imperativos morales que toda persona está obligada a
cumplir, pero especialmente las que, como Vd., desempeñan cargos
públicos.
En lo único que coincido con Vd. es en su rechazo de la violencia
como forma de protesta. Pero dicho esto le pregunto: ¿Ha oído Vd.
hablar de la violencia estructural practicada de continuo y de las más
diversas maneras por la democracia representativa tan admirada por Vd?
A su apología apodíctica de este sistema de gobierno le respondo: por
muy legitimada que esté por las leyes constitucionales, todo modelo de
democracia representativa se deslegitima a sí mismo a partir del
momento en que se convierte en un sistema al servicio de la
arbitrariedad, la injusticia social y la corrupción. No tener en cuenta
este último factor significa pensar y argumentar en términos abstractos
y totalmente alejados de la realidad. Por muy legales que hayan sido
las elecciones y los votos que lleven a un partido al poder, si falta a
las leyes más elementales de la ética, se despoja a sí mismo
automáticamente de toda legitimidad verdadera y digna de este nombre.
Es la diferencia entre la concepción formal y la concepción moral de la
política. Vd. se atiene sólo a la primera e ignora totalmente la
segunda, que es precisamente la decisiva, como nos han enseñado los
grandes maestros del pensamiento universal desde los clásicos griegos.
En cuanto al término "totalitarismo" al que Vd. aludió en otra de
sus tomas de posición, no es lícito aplicarlo a quienes protestan
pública y (pacíficamente) contra el desgobierno imperante en nuestro
país, sino que más bien corresponde a los políticos que esperan o
exigen del pueblo soberano que acepte este estado de cosas quedándose
quietecito en casa y sin decir esta boca es mía. Si la humanidad ha
hecho algunos progresos y superado los aspectos más sombríos de la
historia universal es porque han existido siempre personas que han
tenido el coraje de practicar lo que desde Henry David Thoreau se llama
civil desobedience y para quienes Albert Camus encontró la feliz
definición de l''homme révolté. El derecho de resistencia pasiva o
activa contra cualquier forma de opresión y de injusticia es un derecho
natural como el amor o la libertad, y por ello un derecho que todo
político tiene el deber de respetar y aceptar. Quienes, como Vd., ponen
en duda o rechazan este derecho natural no hacen más que demostrar
palmariamente su desconocimiento de los principios fundamentales de la
cultura política.
Sus declaraciones sobre la supuesta ilegitimidad de las protestas
populares contra los responsables directos o indirectos de los
desahucios y otros escándalos sociales están motivadas por su conocido
celo polémico, palabra que, como Vd.. no ignorará, en su acepción
etimológica originaria significa guerra. Y no otra cosa que una
declaración de guerra en toda la regla son los ataques que Vd. ha
dirigido contra quienes hacen uso práctico de su derecho a encararse a
plena luz del día contra los abusos del poder económico y político. Y
este es el momento adecuado para decirle a Vd. que los fascistas a los
que Vd. ha aludido no se encuentran en las filas de estos activistas
sociales, sino en otra parte. Si Vd. buscara a los verdaderos fascistas
allí donde están y les dirigiera los ataques que Vd ha dirigido a
quienes no merecen más que elogios, prestaría Vd. un gran servicio a la
nación.
¿Y qué significa, por último, su peregrina ecuación mental de que
"sin políticos no hay política y sin política no hay democracia" y de
que "jugar a que la diana sea el político es ir contra la democracia?"
Aquí vuelve Vd. a incurrir en generalizaciones abstractas carentes de
toda validez argumentativa. Nuestro país es un ejemplo paradigmático de
que un número mayor o menor de políticos se ha dedicado y sigue
dedicándose más a servirse a sí mismo y a sus compañeros de profesión
que a la democracia y al bien común, y ello empezando por los
privilegios materiales y de otro orden que aprovechándose de su status
especial se adjudican a sí mismos, sin importarles lo más mínimo que al
mismo tiempo millones de compatriotas suyos se mueran de hambre y de
miseria. Por lo demás, ¿a quien pedir cuentas si no a quienes gobiernan
y son responsables del estado de la nación?
Más allá de la profunda indignación que me han causado sus
declaraciones, creo que en el fondo es Vd. una persona digna de
lástima. ¿Qué otra cosa se puede sentir por quienes, como Vd., se
dedican a hacer carrera saltándose a la torera las reglas más
elementales de la honestidad y la rectitud? ¿Cabe acaso mayor
desventura que la de vivir y obrar al margen o en contra de la verdad y
el bien ? Por muy segura y ufana que se sienta Vd. del alto puesto que
ocupa en su partido y en la vida política, es Vd. a mi modesto juicio
una persona alienada que ha perdido por ello la noción de lo que son
los verdaderos valores y bienes. Y el primer signo de su estado de
autoalienación es que Vd. obre de la manera que obra con la conciencia
tranquila y creyendo incluso que está Vd. consumando un acto heroico.
Lamento haberle escrito una carta como ésta, pero mi insobornable
amor a la verdad y mi no menos insobornable solidaridad con quienes
Frantz Fanon llamaba les damnés de la terre, no me permitían otra
opción, máxime cuando los condenados de la tierra, lejos de encontrarse
únicamente en la población del Tercer Mundo, han pasado también a
formar parte de la de nuestro país.
Le saluda atentamente
Heleno Saña
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